lunes, 28 de julio de 2008

Justicia que tarde, es justicia de m…

Estas líneas en realidad las escribo contra mi voluntad, porque no quería recordar aquel 29 de mayo del 2003, donde los subordinados “cachacos” confundieron de enemigos a los estudiantes universitarios. Más bien, yo diría que estaban cumpliendo su función: “matar”, pues para ello fueron formados. Sin embargo, no puedo esquivar a mi trabajo y recordaré aquella atroz masacre que sufrieron mis compañeros que uno de los heridos pude ser yo o cualquiera de los cientos de estudiantes que rechazamos la cobarde decisión del presidente Alejandro Toledo, quien un día antes decretó “Estado de Emergencia”, para controlar las protestas populares frente a su incapacidad de resolver los problemas sociales del país.

Jugando a la muerte
Yo cursaba el segundo semestre en la Escuela Profesional Ciencias de la Comunicación Social, sabía que papá gobierno había decretado el Estado de Emergencia, era delegado de mi salón y al promediar las 10 de la mañana fui a la ciudad universitaria a coordinar algunas actividades que estaban programas en mi carrera, que irónicamente estaba de aniversario. Ese día era 28 de mayo. Al pasar por el patio central un compañero me alcanza un volante, cuyo contenido rechazaba la medida militar y había otro, al medio, que instaba a que realicemos una asamblea.

Me paré un rato a escuchar: los compañeros hablaban de la realidad universitaria, de la rebaja del pasaje universitario, devolución de los 30 soles para Internet que habíamos abonado junto a la matrícula, entre otros temas; dejando incluso en segundo plano el Estado de Emergencia. Los estudiantes llegaban poco a poco al patio central y muchos participaban y el ambiente se ponía bonito, un chacotero decía “toma de local”, “muerte a Toledo”, en son de broma; en realidad todo empezó como jugando como dice la letra de una canción. Me fui a mi actividad y en la tarde me entero que habían decidido tomar el local.

Esquivando balas
Definitivamente, 29 de mayo del 2003, fue una fecha que marcó mi vida universitaria, no tanto por el cruel asesinato a los estudiantes por las fuerzas combinadas, sino de la justicia putrefacta, que en cinco años no pudo sancionar a malos militares que dispararon bajo las órdenes del general del ejercito en ese entonces, Carlos De la Melena Mariategui, quien fue premiado con asenso en carrera militar.

Ese día Yony, mi compañero arroja una piedrita a la ventana de mi cuarto y me hace despertar, me dice que la “U” estaba cerrada que había varios policías, cogí mi mochila, unos cuadernos y fuimos rumbo hacia la ciudad universitaria, cuando estábamos por la avenida Costanera vimos a compañeros que se escapaban nos decían corran, corran. Los policías habían disparado bombas lacrimógenas por todos lados, era el inició de una día negro de mi vida universitaria.

Pasaron apenas unos minutos y ya se estaban contando los heridos, las balas asesinas habían sido disparadas para matar los sueños de universitarios y la de sus familias, en este trajín de desconcierto fue testigo del abaleamiento a Guido Vilca, quien cayo detrás del poste luego de ser impactado por una bala de la fuerza combinada.

Los ánimos estaban caldeados, la impotencia y el coraje se apoderaba en los estudiantes. Pero, a pesar de las balas, los ojos desorbitados de militares habían hincado su batalla en una avenida y con civiles, en muchos casos menores de edad. Muchos resultaron heridos, las viviendas aledañas afectadas y mucho dolor en la población.

Por el estudiante muerto y los más de 50 heridos, hicimos una cadena de humanos, los maestros del SUTEP se sumaron a la movilización y a una sola voz ingresamos cantando a la plaza de Armas y nos concentramos al frente de la Comisaría, todos gritábamos “libertad, libertad, libertad”, pero la respuesta de los hombres de verde fueron las bombas lacrimógenas, que causaron aún más pánico y dolor. El tumulto era tal que pudo haber más víctimas. Felizmente no fue así.
Ese día, por primera vez, entendí que las Fuerzas Armadas eran enemigos de los universitarios. Yo tenía otra concepción. En fin, lo que indigna es que los asesinos no son sancionados por la matanza, la justicia ciega le negó al pueblo de Puno el derecho a la vida, a la seguridad, tranquilidad y paz pública.

Qué decir de los abogados que asumieron la causa, los magistrados de la Corte Superior de Justicia de Puno que no tuvieron “cojones” para negar la petición de la Transferencia de Competencia, del Ministerio Público, de la Defensoría del Pueblo en Puno, del Colegio de Abogados; todos ahora unidos por el parásito que corroe los principios básicos de una convivencia, en el marco del respeto de los derechos consagrados por la Constitución Política del País.

Actores, que en su momento, se aprovecharon de los hechos para escalar y ahora campantes ostentan cargos importantes. ONGs, que recibieron financiamiento para defender a los más pobres, gracias al “Caso Emblemático”, pero que no hicieron nada para protegerlos. Entidades que supuestamente defienden el correcto ejerció de los funcionarios públicos como la Defensoría del Pueblo, nada. A todos les tembló la mano a la hora de defender con argumentos los derechos de las víctimas del 29 de mayo. ¿Qué habrá pasado?

Al fin, en junio del 2007, el expediente fue transferido a Lima a solicitud del inculpado, Carlos De la Melena Mariategui, arguyendo que no había condiciones para que se lleve el juicio oral contra 84 militares de las fuerzas combinadas en la Corte Superior de Justicia de Puno, porque los pobladores de la ciudad de la región eran salvajes, que ajusticiaban a sus autoridades y amenazaban a jueces y los medios de comunicación hacían eco de su reclamo de las víctimas del 29 de mayo.

Lo cierto es que la justicia, para las víctimas del 29 de mayo que quedaron con secuelas luego del impacto de bala, que carcomieron las esperanzas de vida, es mediocre, o simplemente es un m…. Y ahora el proceso se encuentra encarpetado en la Tercera Sala Penal con Reos Libres en el Distrito Judicial de Lima, pues las víctimas ya no poseen recursos para seguir impulsando el proceso, pero además no cuentan con la influencia económica, ni política parar alcanzar justicia.